Anoche, como desde principio de año, comencé a darme cuenta de aquel extraño ritual que me une al final del día.
Todas las noches, espero a que se hagan las 23.30, hora en la que los días finalmente empieza a sucumbir para dejarle paso a los siguientes; tomo la pava y aguardo unos minutos mientras preparo un capuchino. Cuando aquel trago esta listo, tomó mi gorro de lana, la campera y la bufanda marrón y salgo al jardín, donde me siento, en aquel banco de plaza que da sus espaldas a la ligustrina, a esperar. Espero. La luna generalmente es buena compañera y ayuda a entretenerme con el humo blanco que sale de mi boca. El frío generalmente es insoportable en estos días, por lo que intento combatirlo con el capuchino. Siempre son de diez a quince sorbos, aunque en verano la taza es mas chica y solo son cinco, no más. Espero. Hasta que empiezo a escuchar. Uno nunca esta exento de escuchar las bocinas de los autos, el andar del tren (siempre que uno viva cerca de las vías), voces y ruidos de vaya uno a saber que. Pero a las 00 horas es distinto. Si uno presta atención, el viento se oye mas fuerte, las ramas se sacuden hacia arriba y abajo (en señal de reverencia creo yo) y hasta algún pájaro, sorprendido por lo rápido que se pasa de día, se lo ve surcar el cielo en busca de su nido. Antes de tomar el ultimo sorbo del capuchino que ya esta desagradablemente tibio-tirando-a-frío, brindo por el día que acaba de llegar.
Me levanto del banco y me dirijo hacia adentro de mi casa. –“Quizás mañana sea el día”-pienso-“Ojála, ojála que sea”
Fin de fiesta
Hace 3 años
¿Por qué no sabía de esto? Ah, es casi casi recién empezado, y ya es buenísimo.
ResponderEliminarYo también, cuando es medianoche, escucho el tren, y eso que está a más de 50 ó 60 cuadras. Y los pájaros surcando el cielo... al menos en mi casa suelen ser murciélagos, jajajaja.
Suertee, ahora voy a seguir leyendo el resto,
rafa