Que maldita mañana. Cuando el despertador marco las cinco, aún no entendía bien de que se trataba. Me desvestí rápido, corrí a la ducha, me vestí, tome un café semifrío y salí con el auto hacía la incertidumbre de un examen en blanco. Llegar, sentarse, acomodarse y terminarlo. La vuelta debía ser rápida, el momento llegaría y debía estar preparado para eso. Autos, carteles, mas autos, camiones y la bajada que me indicaba la salida a Santa Rosa. La vuelta había sido un récord: casi 20 minutos. El momento estaba cada vez mas cerca. Logre estacionar el auto y bajarme de el, entre a la oficina. Espere...solo faltaban unos minutos. Me acomode en la silla y espere con los ojos cerrados. Ya no eran horas sino minutos que comenzaron a hacerse segundos. Espié con un ojo. 5....4....3...2...1... y el reloj develo el misterio y me mostró lo que para mi podría llegar a ser la lampará mágica para Aladino o pasar con el auto por el túnel de morón cuando pasa el tren para mi tía: 10:00:01. Cerré los ojos de nuevo. Y al abrirlos lo primero que vi fueron mis manos. “La pucha -pensé- otro intento por hacerme humo fallido”.
Ea, este ya lo había leído, jajaja
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